miércoles, 20 de junio de 2018

QUE EL ÚLTIMO CIERRE SESIÓN.

"La frase 'otro día más en el planeta Tierra', dicha como si nada al ganar la calle aún a oscuras con paso veloz hacia el rol de empleado, no logró ser digerida; al masticarla por segunda vez, se volvió un nudo en la garganta. ¿Qué era? Un ejemplar del más boludo de los microbios, inspeccionado cenitalmente gracias a una maniobra fugaz de la imaginación, repentinamente devota, flotando sobre un pedazo de piedra en un espacio yéndose al rojo en quién sabe dónde. ¿El interior de un tubo de ensayo? ¿Una germinación desbordando un recipiente vacío de 200 gramos de yogurt? Pero los microbios como la gente, de forma no literal, no andan con vueltas y hacen lo que tienen que hacer, sin distracciones. Al menos eso se sospecha, en el mejor de los casos y siendo optimistas, siguiendo las pruebas sembradas que al parecer confirman un sentido distinto al de instaurar y atestiguar la tragedia; interpretaciones caprichosas por descubrir el secreto, cuando sólo encubren la espera, y una a veces muy larga. ¿Pánico? ¿Muerte inminente? ¿Humillación? ¿Qué lo llevó a uno rumbo a la oficina a detenerse frente a una góndola ante un estúpido dilema? ¿Encanto de vainilla? ¿Placer floral y frutos rojos? ¿Caricias de bebé? ¿Cuántos siglos y dinero se gastaron para adornar esta cosa absurda de una manera tan boba? El kiosquero dijo que es San Patricio, pero no se deja de soñar con serpientes. Y así se podría seguir con el absurdo, microbio hispanoparlante flotando en la Vía Láctea. ¿Qué amplificás? Del mismo modo que la luciérnaga emite luz y el grillo una nota musical, tú, microbio manipulador de abrochadoras, podrías gozar; dar y recibir placer es lo más intenso que tienes. ¿Se te encaró con miedo, amor? La desesperación no se detiene haciendo el resto.” (Sebastián Defranchesco).

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