No es amor la resultante;
cuando hunde sus dedos en los cabellos de ella,
apoyando el pulgar en su latente sien bordona,
rasguea un acorde tosco y disonante.
Y le es incómodo, a medias tintas,
con la cordura estando allí, a medio pelo.
Le amarga esa botánica insulsa
queriendo reverdecer con nudos bajo vientre un asombro sustraído;
un sépalo bien sabido,
en un tiempo atrás,
en un tiempo solo.
Cuando el paisaje se agudizó en un largo alfiler irisado y caliente
fijando el pasmo ante otra boca como un insecto ajusticiado en telgopor.
Un secuestro de, por y para toda la vida
- y lo que resta es solo vacío a su lado -
Mas puede sostener que aún morirá de amor,
porque al fin y al cabo será de ese modo,
extrañándose…
¿Dónde la chispa?
¿Dónde el momento excelso del fuego?
Sebastián Defranchesco.
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