Su boca
dijo “usted está aquí”,
y desde
entonces la prisa y las preguntas
en oídos
cada vez más para pozos
cuanto más
la luna es creciente,
allá en las
profundidades,
donde
lactante flota algo muerto
que las
monedas arrojadas aún esperan cumplir.
Silbando,
llamando a
su boca,
denunciando
la ausencia con la rabia suave, la a flor de piel,
con la que
un dios crea a su pueblo,
piedra a
piedra, espantando los peces;
silbando,
porque si
uno acá no pone música, entonces no la pone nadie;
en la
entera soledad del alma restada,
la
oscuridad silencia susurrando con agua.
En el alto
pozo con salida al mar,
a las preguntas
habitadas por pulpos y corales,
y al salón
de fiesta náufrago, fantasma,
de araña y
contrabajos atravesados por monedas,
o por
piedras,
pues no
sólo es el hábitat de su boca;
en una
visión túnel, otro misterio:
la noche
alzando su espinazo blanco.
¿Qué es
todo esto?
¿Era
destete?
¿O un
pulmón?
¿Una
manzana?
¿Un
juguete?
¿Una cabaña
a escala en nieve?
¿O acaso
una mente?
(y la menta
en su boca un error de traducción)
Sebastián Defranchesco (extracto de Libeló)
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