Expía, pájaro ateo
drenado de toda luz,
de lo monolítico,
de todo aquello primitivo,
de la huella en la testuz.
Expía,
trágate el verso,
que la sonrisa del estúpido
es la señal del anzuelo,
de haber sido atrapado
por dentro, y no de nuevo,
por dentro, y esta vez en
serio.
¿Tu boca? Por ambos flancos.
¿Tus labios? En zurcido
sosiego.
Exhala ahora, ave harta de
apariencias,
que sean ellos los que inhalen tu voz.
S.D.
que sean ellos los que inhalen tu voz.
S.D.
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